¿Cómo hemos pasado el Solsticio, Piticlers?
Espero que mejor que los protagonistas de la historia que nos ocupa... Sí, sí, empiezo ya a saco, porque esta película no merece sino un directo a la mandíbula, en respuesta a las patadas en el estómago que tienes la sensación de estar recibiendo durante todo el visionado.
Empecemos elogiando a Ari Aster, ese director que si no está yendo ya a terapia, debería (algo está muy jodido en la mente de ese hombre. Es como si Alan Moore y Mickey Rourke intentaran hacerse con el mismo cerebro), por la manera tan preciosista que tiene de plasmar en imágenes desde lo más sublime hasta lo más feo e inquietante (pasando por lo simple) y que tiene una capacidad de montaje y de encuadre muy cercana (sí, soy totalmente consciente de lo que voy a decir) a la de Wes Anderson. Aparte haremos mucho (pero mucho) hincapié en el hecho de que está totalmente obsesionado con la brujería en todas sus vertientes y diversidades geográficas, y así lo plasma en sus películas. A24, la productora responsable de La Bruja (otra cosita que merece mucho la pena), ha encontrado en este señor a su fetiche.
Aparte de todo esto, está el hecho de que no he visto ningún otro autor al que se le de tan bien hacerte sentir incómodo durante toda la película. Nunca estaré seguro de si sus filmes pueden englobarse realmente en el género del terror, pero de lo que sí que estoy seguro es que me han hecho sentir infinitamente peor que otras películas que, en teoría, eran más terroríficas/fuertes/como quieras llamarlas. Es un genio en recrear situaciones cotidianas desde un punto de vista, creando unos silencios tan incómdos, que por mucho que sepas que es una ficción no puedes evitar sentir vergüenza, lástima, asquito y más cosas por la gente que las está sufriendo en pantalla. Eso sin contar las situaciones propias derivadas por “el mal” en la película, que ya entonces todo se multiplica exponencialmente. Hereditary, su puesta de largo el año pasado (VEDLA YA, si tenéis h****s), ciertamente era más “convencional” con el género, pero sólo en ciertos aspectos, siendo a mi parecer incluso más inquietante e incómoda que esta. Lo que de verdad hace que Midsommar se lleve la palma, es esos momentos aparentemente cotidianos en los que se refleja una incomodidad que la ves reflejada en la gente cambiando de postura en su butaca cada dos por tres, salpicada de los momentos de shock (algunos te los esperas, pero no por ello son menos impactants; otros ni los ves venir) y de alguna que otra bizarrada de las que provocan risa nerviosa. Todo ello siempre bajo la luz del día, disfrazado de cuentito de verano, lo que la hace incluso más desasosegante.
Podéis pensar “Y si voy a pasar un mal rato, pues paso”, pero bueno. Si eres amante del género de Terror/thriller/bizarro, creo que no te dejará indiferente. Ni esta ni su hermana mayor. Y una de las funciones del cine es provocarte sensaciones, aunque no sean las del Happy End acostumbrado. Bravo por la valentía de Ari Aster (pero me esperaré a ver su próxima peli cuando esté fuerte anímicamente).
¡Nos vemos cuando se apaguen las luces, Piticlers!